
Las dos caras de la moneda: responsabilidades de Hamas e Israel
Cuando hablamos de Gaza, las conversaciones suelen convertirse en gritos, acusaciones o discusiones políticas. Pero para mí, hay un punto de partida básico: el objetivo principal debe ser que los inocentes no sufran ni mueran. Sean palestinos o israelíes, sean niños, padres o abuelos — los civiles no deberían estar pagando el precio de las decisiones de líderes o grupos armados.
Me gusta pensarlo como una moneda. Una moneda tiene dos caras. Y en cualquier conflicto, si solo miramos una, nos quedamos con media verdad.
Por un lado, Hamas tiene responsabilidades. Secuestraron personas, atacan a civiles y colocan a sus combatientes dentro de áreas civiles. Y aquí está un punto ciego que de verdad me frustra: Hamas gobierna Gaza, tiene autoridad, pero a diferencia de cualquier gobierno responsable, no protege a su gente. Miremos a Ucrania como comparación: cuando vienen misiles o drones, suenan las alarmas, la gente va a los refugios, y todo esfuerzo se hace para proteger a los civiles. Hamas hace lo contrario. Utiliza a sus civiles como escudos, como peones en su ideología torcida. Esto debería indignarnos más que nada, porque los hace directamente responsables de mantener vivo este estado de cosas tan terrible.
Por otro lado, el gobierno de Israel también tiene responsabilidades. El derecho internacional exige proporcionalidad, contención y protección de civiles. Y a Israel se le debe juzgar bajo esos estándares. Ataques que arrasan barrios residenciales o restricciones que profundizan la crisis humanitaria merecen rendición de cuentas.
Algunos no quieren escuchar que ambos lados tienen responsabilidades, pero si hablamos en serio, no podemos excusar a uno solo porque el otro también falla. Ambos tienen poder sobre la vida de civiles, y ambos deben responder por cómo lo usan.
Los medios de comunicación a menudo empeoran esto. Tomemos la BBC, por ejemplo. La cobertura suele enfocarse en las acciones militares de Israel, pero los líderes de Hamas en Qatar rara vez son cuestionados. ¿Por qué no se les pregunta: por qué mantener rehenes? ¿Por qué bloquear acuerdos de alto el fuego que podrían salvar vidas? Un periodismo equilibrado debería exigir cuentas a ambos lados. Si no, el relato se inclina y la gente acaba culpando solo a una parte, ignorando a la otra.
Y cuando esa culpa se convierte en demonización, las consecuencias se extienden mucho más allá del conflicto. Demonizar a Israel fácilmente se desliza hacia el antisemitismo, haciendo que comunidades judías en todo el mundo sean blanco de odio. Eso no ayuda a los palestinos. Y del otro lado, tratar a todos los palestinos como si fueran Hamas borra la humanidad de millones de personas que desean paz y dignidad tanto como cualquiera. Ambos tipos de demonización alimentan prejuicios en vez de soluciones.
Así que en lugar de histeria, necesitamos soluciones prácticas. ¿Qué significa eso? Presionar a Hamas para liberar a los rehenes. Presionar a Israel para permitir corredores humanitarios. Apoyar a mediadores que puedan intervenir donde no hay confianza. Y establecer mecanismos creíbles para que las violaciones — de cualquiera de los dos — no queden en la impunidad.
Nada de esto terminará el conflicto mañana. Pero cada paso salvaría vidas. Y eso, sin duda, es el criterio por el cual deberíamos medir el éxito.
Déjenme cerrar como empecé. Si nuestras conversaciones se dejan llevar por la histeria o el partidismo, fallamos a las mismas personas por las que decimos preocuparnos — los civiles. El verdadero progreso empieza no al escoger un bando, sino al exigir que tanto Hamas como el gobierno de Israel se midan con el mismo estándar: la protección de la vida humana.
Una moneda tiene dos caras. Ignorar una es quedarse con media verdad. Ver ambas no es excusar a nadie, sino insistir en humanidad y en responsabilidad. Y quizá, si mantenemos ese lente en foco, la retórica algún día dará paso a soluciones reales — y tanto palestinos como israelíes podrán vivir como merecen: en seguridad, con dignidad y en paz.